Teoría: sobre la seriedad y el humor de sus alternativas

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El tema relacionado con la seriedad que aquí presentamos sirve de fundamento teórico a la propuesta metodológica que les mostraremos más adelante. 

Hablamos de seriedad porque corresponde, en resumen, a los patrones que sustentan el “estado actual de las cosas” en el teatro. Estos patrones, a menudo ocultos en las prácticas teatrales y en las relaciones con el público, son vistos por nosotros como reglas (muchas de ellas invisibles) de lo que constituye actuar en el escenario dentro de lo que a menudo es aceptable o deseable.

Sin reconocer que ciertas reglas permiten tomar “en serio” ciertas formas de hacer teatro, poco se puede hacer para hacer viables alternativas a éstas.

Para nosotros la seriedad en sí misma no es un problema; de hecho, la existencia de normas en una sociedad sobre lo que es apropiado o no hacer es la base de la convivencia. (Imagínese cómo sería el mundo si no nos pusiéramos de acuerdo sobre reglas básicas sobre la integridad psicológica y física de los demás…) Sin embargo, creemos que el teatro deja de ser “una ventana que se abre a otros mundos posibles” si, al menos, En cada presentación no hay ningún elemento de asombro. Es decir, si el público deja de sorprenderse con elementos expresivos que le hagan ampliar los límites de lo que alguna vez consideró apropiado, normal o deseable.

Es desde este punto de vista que atribuimos tanta importancia a la seriedad. Es el elemento estructurante de una metodología que pretende convocar al pensamiento (y a la acción) críticos sobre sus límites a través de las vías del “asombro” y la “alternativa”.  

“…el asombro y la alternativa nos sitúan en un ‘intermedio’, en un desarrollo vertiginoso entre lo familiar y lo extraño. Es una experiencia que requiere una actitud diferente: el (…) el cuestionamiento como herramienta para trazar un camino (…) utilizar las herramientas necesarias para caminar”. (Grácio, 2023, p. 136)

Así, avanzamos más convencidos por un camino que permita ampliar las condiciones de lo que se considera grave, en lugar de una ruptura total con las estructuras que lo sostienen.

Por ello, la seriedad nos acompañará a lo largo de toda la teoría, siendo este concepto, al mismo tiempo, el blanco de nuestra crítica y el propulsor de nuestro método al combinarlo con el humor de quedar “asombrados” por las “alternativas”.


¡¿Humor?! ¿Combinas seriedad y humor en el primer punto de tu método?

¡Eso es exactamente! Esta combinación es la que nos permite desarrollar la perspectiva necesaria para despertar posibles alternativas a un teatro que no contempla la realidad de los cuerpos y las poéticas que desean ser parte de él.

Así, nuestra propuesta de inclusión se basa no en la creación de pautas estéticas o en seguir movimientos experimentales de mayor libertad sino en la posibilidad de que las prácticas teatrales, ya sean actuales o emergentes, se dejen renovar constantemente a través del humor hasta sus límites.

En esencia, nos embarcamos en un camino que apunta a minimizar las restricciones de actuar dentro de un lenguaje establecido. Lo que comenzaremos a llamar una “lengua menor”.

Es a partir de esta teoría que sustentamos nuestra acción. La de cuestionar escénicamente un tipo de seriedad tan severa que se ha convertido en la única forma de pensar y expresar posible. Es decir, la propuesta en escena de lenguajes menos restringidos a una excesiva seriedad que reprime nuestro pensamiento y expresión. 

Algunos más que otros, pero todos hemos tenido momentos en los que el habla parece insuficiente para expresar lo que sentimos. De estos momentos surge la tensión que provoca un humor que no se ajusta a la realidad única del lenguaje en el que nos expresamos. Si lo exploramos, es decir, si vemos en él la posibilidad de concebir otros mundos posibles, teniendo una visión estoica en relación a las etiquetas que se nos pondrán, formularemos el primer paso hacia un lenguaje menor[1]. . 

Ciertamente, aplicar estos principios al teatro será un desafío dentro de las lógicas de trabajo establecidas. Sin embargo, habrá un menor grado de dificultad en los microprocesos, construidos dentro de una comunidad específica que esté atenta a estas preocupaciones. Por ello, si bien nuestra teoría tiene un atractivo global, contempla sus primeros pasos en el desarrollo de microsistemas de resistencia humorística a la excesiva seriedad de los escenarios y las sociedades que los rodean. 

Esencialmente, llamamos a la creación de pequeños espacios teatrales que se burlen de las pretensiones colectivistas de un lenguaje serio. Estaremos en el camino correcto si estos pequeños espacios crean un lenguaje a su medida. Un lenguaje con menos restricciones a la expresión y al pensamiento de cada individuo dentro de un grupo. 

¡Solo así el teatro dejará de imitar a la sociedad (en sus restricciones y visiones únicas) para convertirse en esa ventana que se abre a otros mundos posibles!


[1] El concepto de “lengua menor” se origina en la teoría de Deleuze presentada en “Um Manifesto de Menos” de Deleuze (2010). 

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